Noche oscura, noche sin estrellas, al final todo comienza y termina con la noche. Una noche sin fin en la que te gustaría poder ver algún atisbo de sol. Algo que no está destinado a llegar, por lo menos de momento.
Al final todo lo que escribo empieza y acaba con una noche. Magníficas algunas, para enterrar otras, pero todas dignas de ser comentadas y escritas. Noches en vela infinita, inacabadas como mis poemas. Noches acompañadas de una cerveza que sonríe tristemente a mi lado. En fin, noches que no son de película romántica.
Estas noches son las que me hacen pensar, las que consiguen desenterrar los sentimientos, las que ven nacer las ideas. Momentos melancólicos que no han sido escritos, sensaciones ocultas en lo más profundo de la oscuridad. Noches lacrimógenas como su dueña. Pero también mágicas y llenas de esperanza.
Os preguntareis de que os voy a hablar hoy. Ni yo lo sé. Emulando a los grandes simplemente dejo mi pluma vagar por la página en blanco, esperando que cuente una historia. Puede ser de amor, de dolor, de amistad, de lágrimas o de todo a la vez. Será una historia inspirada en si misma. El comienzo de algo hermoso y el final del dolor.
Conversando con un conocido le pregunté que si ya no creía en el amor. Me contestó que no es que no creyese, el problema que tenía era que se había vuelto cínico. Y es verdad, nos volvemos así cuando dejamos de creer, cuando ya no tenemos esperanza. Y perdemos la inocencia, esa inocencia que conseguía lo que creíamos insuperable. La dejamos marchar y muchas veces alentamos a que se vaya cuando consideramos que todo está perdido. Y cuanto nos equivocamos. Ese es nuestro mayor error. Ya no esperamos nada de los demás. Damos por hecho que el resto del mundo es tan cínico como nosotros. Hay veces que acertamos, pero... ¿Cuántas nos equivocamos? Y solo por no creer. Si Campanilla (la de Peter Pan) se tuviese que nutrir de lo que pensamos del amor muchos ya la habríamos matado. Y nunca aplaudiríamos para que reviviese.
Eso es lo que me gusta y sorprende de los niños. Nunca pierden la esperanza. Ellos aplaudirían hasta dejarse las manos en carne viva, simplemente porque creen y porque conservan su inocencia. No han acabado con ella. Sigue viva en su interior.
En este punto me doy cuenta de las palabras que le dediqué a una persona: ``No dejaré que la inocencia que hay en mi muera´´. Que poco sabía en ese momento de la vida. No es que la dejara morir, peor, la aplasté con saña, disfrutando de cada momento. Ahora es cuanto me arrepiento y me pregunto si habrá alguna manera de recuperar aunque sea un poco. Si conseguiré que algo de ella vuelva a mí para poder creer y confiar en las personas. Para no dejar que Campanilla muera y aplaudir hasta que no sienta las palmas.
Y en ese momento es cuando miro a la noche y ella, sabia como ninguna, me susurra suavemente al oído que sí, que es posible volver a estar completa. Me dice que lo único que necesito es creer en mi misma, teniendo eso podré volver a confiar en los demás. Y le doy las gracias, le agradezco el empujoncito que me ha dado. Lo suficientemente suave como para no mancarme, pero fuerte para ponerme a caminar en la dirección correcta.

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